Resumen
Camila O`Gorman estaba enamorada del sacerdote de su parroquia, el tucumano Ladislao Gutiérrez, huyó con él, el 12 de diciembre de 1847 para refugiarse en la provincia de Corrientes. Su ejecución durante las últimas etapas del embarazo produjo un escándalo internacional que contribuyó a la caída política de Juan Manuel de Rosas.
Los comienzos del romance
Camila era considerada un baluarte de la sociedad educada, y bailaba con frecuencia en fiestas formales en el Palacio Presidencial. También era amiga íntima y confidente de la hija de Rosas. A los 18 años, conoció al padre Ladislao Gutiérrez, un sacerdote jesuita que había asistido al seminario junto con el hermano de Camila. El padre Gutiérrez provenía de un entorno similar (su tío era el Gobernador de la provincia de Tucumán). Había sido nombrado párroco de la familia O’Gorman, y pronto comenzó a ser invitado a la propiedad familiar de éstos. Camila y Gutiérrez comenzaron rapidamente un romance clandestino.
La huida
En 1847, Camila y el padre Gutiérrez se fugaron a caballo y se refugiaron en la provincia de Corrientes. Primero, se dirigieron hacia el lado de Luján llegando a Santa Fe. De aquí pasaron al Paraná donde obtuvieron pasaporte bajo los nombres de Máximo Blandier, comerciante y natural de Jujuy, y Valentina San, esposa del primero; y de Entre Ríos siguieron a Corrientes, estableciendo en el pueblo de Goya una escuela para ambos sexos. Allí vivían felices ganando su pan diario. Rosas no tuvo conocimiento de la fuga de Gutiérrez y de Camila sino varios días después que ella se verificó. La familia de la joven y el Clero, que la supieron al punto, la ocultaron con fundados motivos respectivamente. La familia, por razones de honor y con la esperanza de encontrar a la joven y de hacerla volver sobre sus pasos. Y el Clero porque esperaba igualmente con el regreso del prófugo. Cuando el escándalo se hizo público, algunos seguidores de Rosas sugirieron que había sido secuestrada. Los oponentes políticos de Rosas exiliados, incluyendo al futuro presidente Domingo Faustino Sarmiento, declararon que la tiranía de Rosas era culpable de corromper la moral de la mujer argentina.
El final de un cuento de amor
En agosto del año 1848 el paradero de los jóvenes fue descubierto, y fueron arrestados por un sacerdote irlandés llamado Michael Gannon. Rosas, le ordenó al jefe de policía que hiciese asear un calabozo en la cárcel y lo amueblase para conducir allí oportunamente al cura Gutiérrez; que hiciese arreglar dos habitaciones en la Casa de Ejercicios para alojar cómodamente a Camila. Se ve, pues, que lo que se propuso Rosas fue librar al cura Gutiérrez a la justicia ordinaria para que el fallo de ésta sirviese de lección severa al Clero, y recluir a Camila en la Casa de Ejercicios durante el tiempo que lo creyeran prudente los padres de esa niña. Pero todo conspiró contra los desventurados prófugos. Los enemigos de Rosas explotaron el escándalo con una crueldad singular. Desde luego le asignaron proporciones monstruosas. En estas circunstancias el buque de vela a cuyo bordo venían Camila y Gutiérrez con destino a Buenos Aires, fue arrojado por un fuerte viento a la costa de San Pedro; y su comandante le manifestó al jefe de ese punto que le era imposible seguir hasta la Capital, pidiéndole que se recibiese de los presos. Este jefe que no tenía órdenes superiores al respecto, remitió los presos al campamento de Santos Lugares y dio cuenta de todo al gobernador de la provincia. Al día siguiente cundió la noticia en Buenos Aires; y el desdichado padre de Camila se apersonó a Rosas en solicitud de un pronto y ejemplar castigo. Y con rapidez aterradora Rosas le ordenó al mayor Antonino Reyes, jefe de Santos Lugares, que los incomunicase, les pusiese una barra de grillos y les tomase declaración remitiéndosela inmediatamente.
“ya que no hemos podido vivir juntos en la tierra, nos uniremos ante Dios”
En la madrugada del 18 de agosto, recibió Reyes la orden de Rosas de que hiciese suministrar a los presos los auxilios de la religión y los hiciese fusilar sin más trámite. Camila de 20 años, estaba embarazada de ocho meses cuando acabaron con su vida. Su primera palabra fue preguntarle a Reyes qué suerte correría Gutiérrez. Reyes le había dispensado todas las consideraciones posibles en su posición; y no se atrevió a decirle la verdad terrible que lo abrumaba. Esperaba una contraorden de Rosas. En la misma mañana del 18 de agosto despachó un chasque con una carta para la señorita Manuela de Rosas, en la que le avisaba lo que ocurría pidiéndole que intercediera por Camila; y con un oficio en que le comunicaba a Rosas que la reo estaba encinta. El oficial de servicio en Palermo don Eladio Saavedra, entregó carta y oficio a Rosas, quien los devolvió a Reyes con una carpeta en la que le apercibía fuertemente por haber demorado en dar cumplimiento a las órdenes del gobernador de la Provincia. Recién entonces Antonino Reyes encomendó al mayor Torcida el deber de comunicarles estas órdenes a los presos y de presentarles los sacerdotes para que los auxiliasen, y encargó al mayor Rubio de la ejecución, retirándose él a su alojamiento abrumado por la tragedia que se iba a representar allí. Antes de marchar al patíbulo, Gutiérrez llamó a Reyes y con amoroso anhelo que traicionaba su serenidad de hombre le preguntó si Camila iba a ser fusilada también; y cuando supo la verdad escribió en una trilla de papel que le entregó a Reyes: “Camila: mueres conmigo: ya que no hemos podido vivir juntos en la tierra, nos uniremos ante Dios. Te abraza – tu Gutiérrez”.